ALEJANDRA PÉREZ
La complicidad entre madres e hijas durante el proceso de maquillaje es algo mágico. A lo largo de los años, he podido dar fe de cómo este momento permite que la energía fluya, elimina barreras y defensas entre las personas que se están maquillando. Para mí, esto no es solo un acto estético, sino una herramienta que las madres entregan a sus hijas, para aumentar su autoestima y brindarles seguridad.
Ver la relación de complicidad entre ambas durante el proceso es maravilloso, ya que me siento parte de la intimidad de una familia y sé que he sido elegida con respeto y cariño por mi trabajo. Con el tiempo, he aprendido que ser maquilladora va más allá de simplemente embellecer un rostro. Se trata de crear una obra de arte en blanco, donde la persona frente a ti se convierte en tu creación, mostrando su verdadero estado y alma, a través del espejo lleno de luces.
