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CARLOS MAILLET

Actualizado: 9 abr

El confinamiento señaló un efecto en las personas de desear abandonar las ciudades, una afición al espacio más natural, más rural o simplemente más equilibrado de “no humanos”. Se piensa que las ciudades son el centro de la vida social, pero no nos habíamos detenido a ver la extrema urgencia de reformular las casas, el espacio doméstico, las habitaciones, aquellos recintos íntimos. Durante el confinamiento las casas fueron una funcionalidad obsoleta pensada para una sociedad que ya no existe, con relaciones sociales que ya no existen. Hoy en día tenemos otros espacios domésticos, como las redes sociales, donde la sociabilidad es doméstica y no urbana, pero a la vez no tiene que ver con la familia actual.




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