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CAROLINA ESCOBAR

¿Qué será lo que nos seduce del mar? ¿Su rítmico ir y venir, el sonido de las olas al reventar, el viento que siempre lo acompaña? ¿Serán acaso otros los sentidos que nos despierta? El recuerdo del verano, ¿será que nos lleva a nuestra niñez, a esa piel salada que resume el goce de un día de libertad ajenos a todo lo que nos rodea? Sea lo que sea, parece que siempre nos faltara, que no fue suficiente y nos prometemos volver.


Dicen quienes vivieron en la costa que nunca, nunca logran acostumbrarse a la ciudad, a la falta de ese horizonte. Según estudios de la Universidad de Exeter, Inglaterra, vivir cerca del agua mejora la salud mental, sobre todo de quienes pertenecen a los grupos más vulnerables. Independientemente de la latitud, vivir en la ribera proporciona sensación de paz y calma el alma. Baja el ritmo cardíaco y hace respirar más hondo.




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