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Edimburgo

A diferencia de Londres y otras ciudades británicas que sufrieron la destrucción de distritos completos durante la Segunda Guerra Mundial producto del bombardeo sistemático de los nazis, la capital de Escocia no estuvo en la mira de la fuerza aérea alemana. Gracias a esa fortuna, Edimburgo conservó intacto su riquísimo patrimonio arquitectónico. Recorrer hoy los distintos barrios de la ciudad, es un viaje completo por los dos grandes capítulos de su historia, sus dos almas.

La primera de esas almas es oscura y medieval: The Old Town, con más de mil años de antigüedad. Desde este estratégico lugar se vigiló el territorio y se protegió a la ciudad de numerosos asedios durante siglos. Es el origen de Edimburgo, con caprichosas calles empedradas, estrechos pasadizos, escaleras de musgos y oscuros túneles peatonales. La arquitectura de piedra evoca a bulliciosos mercados insalubres, viviendas hacinadas y tabernas. Son los pintorescos barrios que rodean a Castle Rock, la colina más alta de la ciudad. En su cúspide se encuentra la imponente y mítica fortaleza del Castillo de Edimburgo, lugar de fundación de la ciudad durante el siglo XII y símbolo de poder y soberanía de toda Escocia. Desde sus aposentos gobernaron monarcas categóricos para la historia del Reino Unido, como la valiente María de Escocia, ejecutada por Isabel I de Inglaterra por considerarla una amenaza a su poder, o su hijo Jacobo I, quien se convierte en el primer rey escocés en gobernar todo el Reino Unido. La capital de Escocia, amurallada de piedra y musgo, mantuvo su alma medieval durante más de seis siglos, hasta que súbitamente en el siglo XVIII evolucionó sin retorno, gracias a una de las transformaciones culturales más determinantes en la historia de Europa: la Ilustración.

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Fotografía: Matucho Castillo

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