Versalles
Habiendo estudiado en un colegio francés durante toda mi infancia y adolescencia, son muchas las historias que escuché de Versalles. Año tras año estudiábamos distintas aristas de los acontecimientos históricos que involucraron al Château de Versailles: La Revolución Francesa y la Ilustración, con sus grandes filósofos y literatos. Los profesores de Français y de Histoire de France nos relataban las extravagancias de sus residentes y sus costumbres. Como, por ejemplo, que en los grandes bailes que se realizaban en sus dorados salones, los asistentes debían bailar con pañuelos empapados en perfume delante de sus bocas para disimular el espantoso mal aliento, generalizado en la población francesa de la época, incluso en la nobleza. O que, los aristocráticos invitados debían improvisar sus necesidades biológicas detrás de las fastuosas cortinas de terciopelo bordado, ya que el palacio no contaba con el adecuado sistema de alcantarillado. O que, todas las comidas de Luis XVI eran probadas antes por un abnegado súbdito, para evitar que el rey fuese envenenado. O que María Antonieta, frente a la advertencia de sus ministros de la terrible hambruna que sufría el pueblo francés y de la escasez de pan, respondió “qu’ils mangent de la brioche”, es decir, que coman pasteles.
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Fotografía: Matucho Castillo